lunes, 22 de febrero de 2010

Así soy yo.


Es guerrera. Una de las más legendarias guerreras celtas que dirige una de las escuelas de lucha más famosa y que está en la isla de Skye. Es la directora de esta escuela y entrenó durante varias generaciones a héroes y guerreros. Le encanta la lucha desde pequeña y por eso llegó a donde llegó.
Tiene 2517 años aunque no aparenta más de 17. Obviamente, es inmortal. Tiene sangre vampiresa por parte de padre lo que le concedió en gran parte la inmortalidad aunque también es inmortal gracias a que su madre tiene antepasados snizs.
Es alta y delgada. De cabellos morenos y ondulados, suele vestir de verde ya que es su color favorito. Cuando le da el sol en su cabello, éstos se vuelven rojizos y muchos dicen que es por tanta sangre que vertió aunque le pasa desde pequeñita. A pesar de no hacerle falta respirar por su sangre sniz, prefiere hacerlo porque así dice advertir mejor los peligros. Nadie sabe a quién se parece más: si a su madre o a su padre pero muchos dicen que es clavada a su bisabuela por parte paterna aunque no se puede asegurar porque no se sabe mucho de como era la familia materna pues no llevaban mucho tiempo viviendo en un medio terrestre.
Tiene una paciencia de oro lo que la hace invencible en la lucha pues hace desesperar al enemigo y, además, le deja fijarse en sus puntos débiles. Nadie sabe de quién heredó este arte en la lucha pues nunca habían visto a alguien tan bueno.
No le gusta estar bajo las órdenes de nadie pues así no se siente ella misma. Bajo su aspecto juvenil, se ocultan siglos de batalla.
No suele tomar cariño a ningún humano pues para cuando lo conoce bien, éstos ya son muy mayores. No los cree una raza inferior, pero si un poco ignorantes.
Ella es única.

Mi larga vida.


Nací en lo que actualmente se llama Aberdeen, en el año 507 a.C. y soy hija de padre herrero y madre de antepasados snizs, una raza que vive en las profundidades de los mares. A pesar de tener 2520 años, no aparento más de diecisiete, pues mi padre y sus familiares eran vampiros y yo heredé sus poderes. Así pues, soy inmortal.
Crecí en las calles del pequeño Aberdeen hasta que a los quince años decidí ir a la escuela de lucha y mis padres decidieron llevarme a la isla de Skye. Tres años después, en el 489 a.C., ya era una de las mejores alumnas de la escuela y dos años más tarde me dejaron participar en mi primera batalla. Esta no fue, ni más ni menos que la batalla de las Orcadas, gracias a la cual dejé de ser una aprendiza de segundo rango a una de primero, lo cual me permitía participar en las asambleas junto a otros seis aprendices de primer rango y el profesorado. En estas reuniones decidíamos que hacíamos en cada batalla y a qué bando nos uníamos y, además, elegíamos a los próximos alumnos después de haberlos sometido a una prueba que yo recordaba muy bien.
En el año 484 a.C., ocho años después de llegar a la isla de Skye, acabé mis estudios y regresé a casa, justo un año después me uní a las tropas de Karon pero esto sólo duraría doscientos años, pues no me gustaba estar bajo las órdenes de nadie y abandoné las tropas para luchar por mi cuenta.
Me fui a vivir a Inverness. Al principio fue fácil, pero pronto me aburrí de mi vida sedentaria y me hice nómada. Durante muchos años viaje por Europa, África y Asia. Participé en numerosas batallas y de vez en cuando me permitía el lujo de volver a casa a ver a mis padres. En todo este tiempo no volví a visitar la isla de Skye, hasta que en el año 101 d.C. me llegó un pájaro mensajero informándome de la muerte en batalla del director de la escuela. En ese mensaje me pedían que como ex-alumna que era y como buena guerrera celta que también era, fuera allí para elegir al nuevo director. Nada allí había cambiado y el palacio, que durante años lo había considerado mi hogar, brillaba con todo su resplandor. Al día siguiente a mi llegada, se celebró el funeral al que asistieron los mejores guerreros de los tres continentes y tras un mes de luto, se eligió al nuevo director que, por primera vez en la historia, era un mortal. Volví después a mi vida nómada.
Durante un período corto de tiempo que duró doscientos cincuenta y ocho años, la vida de guerrera era muy aburrida así que, me fui a vivir a la isla de fuego donde podía luchar contra dragones y otros reptiles. Ya he dicho que esta paz acabó y fue debido a la muerte del cuarto director mortal que gobernaba Skye. Tras la muerte de éste, muchos se rebelaron contra la dirección de Skye pues, a los inmortales no les gustaba mucho como iba la escuela ya que cada dos por tres se cambiaba de director. Hay que tener en cuenta que yo pertenecía a la última generación de inmortales y que la anterior generación era la de mis padres y tenían tres mil setecientos sesenta y ocho años, por lo que para nosotros ochenta años no eran nada. Esta batalla de inmortales contra mortales, pues éstos luchaban por sus derechos, se saldó con pocas muertes de nuestro bando, ya que éramos guerreros por naturaleza y muchas del otro aunque quizás no fueran tantos debido a la guerra sino al tiempo, pero no puedo asegurar porque no se muchos de esta especie. Durante el tiempo que duró ésta, perdía la noción del tiempo, que cuando acabó con la última batalla en la que los mortales pusieron todos sus esfuerzos en defender Skye, me di cuenta que para los mortales había sido mucho tiempo, pues estábamos en el 28 de abril del año 603, justo el día de mi cumpleaños. Esa batalla que, por cierto, había sido espectacular había estado bajo mis órdenes. Luego de poner orden en el castillo, se realizaron las elecciones. Había muchos candidatos y entre ellos se hallaba Danae, hija de un conde. Cuando se dio a conocer el resultado, para sorpresa de todos, yo había salido vencedora. Al saberse Danae desapareció y entre nosotras nació un odio eterno gracias al cual nos batiríamos en numerosas batallas. Desde entonces, Skye quedó bajo el poder de inmortales y tras proclamarme directora en un acto al que habían acudido miles de inmortales, se celebró una fiesta por nuestro triunfo que duró ciento cincuenta años. Muchos me empezaron a llamar la gran Scathach, pero los más sabios y los que habían estado a mi lado en la última batalla me llamaban Scathach la legendaria.
En el año 755 d.C., los pasillos del castillo de Skye se volvieron a llenar de alumnos y a algunos afortunados se les daba clase de lucha. Estos acababan siendo los mejores luchadores, pero con el paso del tiempo cada vez había menos alumnos, pues nada amenazaba a nuestro imperio.
En el año 1410, en un viaje por Francia, conocí a Nicolás Flamel y a Perenelle Flamel, un extraño matrimonio de mortales que a la vez eran inmortales pues Nicolás, el alquimista, tenía bajo su poder un codex, un libro con una extraña escritura en el que se ocultaba el secreto para obtener la vida eterna. Volví con ellos y con su extraño libro, pero no encontramos nada salvo en un pequeño libro de leyendas en el que decía que nadie con menos de seiscientos años podía abrirlo. Una noche, cuando lo abrí y me dispuse a leerlo, descubrí que su letra cambiaba y el texto con ella. Era difícil de leer y, además, debía estar en una lengua arcana.
En 1492 embarqué junto con Nicolás, Perenelle y Colón rumbo a las Américas pero al llegar a ellas los muy ignorantes lo confundieron con las Indias y, aunque yo dije desde un principio que eso era otro continente, los mortales me tomaron por loca y nos quitaron a los tres de la historia. Al volver a Skye, seguí entrenando a héroes y guerreros y no volvió a haber nada fuera de lo normal, salvo mis encuentros con Danae, que no fueron pocos. La última fue el otro día, donde tuve que ir hasta África y de allí al infierno, pero ella no es rival para Scathach la legendaria.

jueves, 4 de febrero de 2010

Scathach en el infierno.


Llevaba tiempo siguiendo el rastro de Danae, mi enemiga. Tiempo atrás, había osado presentarse en mi hogar, la isla de Skye, para presentarme batalla. De aquella tuve que dejar de dar clases de lucha y pelear en la batalla que duró dos semanas. Tampoco puedo decir que la batalla se acabara ahí pues, tras echarla de mi isla, la seguí por casi media Europa pero al llegar a un pueblecito de orillas del Cantábrico, le perdí el rastro. Busqué día y noche algún rastro, pero no lo encontré hasta el anochecer del siguiente día. Seguí el rastro como buena buscadora que soy. Este iba hacia el sur, hacia África. Caminé durante días.
El viaje, a pesar de ser fácil, me resultó raro porque respiraba una extraña tranquilidad que no era propia con la guerra que se avecinaba. Así iba yo, con mis preocupaciones a cuestas, cuando llegué a Tarifa y haciendo honor a mi sangre sniz me sumergí en el agua y nadé hasta África. Allí, me interné en el desierto. Odiaba aquel paraje, no había nada verde ni agua y eso me desesperaba. La comida no era ningún problema, ya he dicho que tengo sangre sniz, pero era un clima muy seco para mi gusto. En mi tierra decían que el infierno era lo peor que te pudieses imaginar, pero yo no podía imaginar nada peor que aquello. Era mi infierno en miniatura y a pesar de poder apartar de mi cabeza cualquier pensamiento, no me podía quitar de la cabeza un cartelito con luces en el que llamaba al cielo agua. Por si acaso hay algún navegante a bordo que sepa poco de los snizs, diré que son los guerreros del agua y que tiempo atrás algunos habían salido del agua para ayudar a los nanfines en su batalla contra los stunzs. Esto lo habían conseguido gracias a que un poderoso mago los convirtió en humanos, pero el hechizo no salió del todo bien y, aunque aparentemente eran humanos, por dentro seguían siendo snizs. Un antepasado mío había sido uno de esos valientes snizs y yo, aunque más humano que ellos, aún seguía teniendo sangre sniz.
Bueno, continuemos con la historia. Estaba yo en mi pequeño infierno subiendo una duna. Al llegar arriba, un olor a azufre me invadió. Al principio, pensé que sería algún dragón pero pronto me di cuenta de que el olor era demasiado fuerte, incluso para ser de dragón. Aquel sitio apestaba a azufre y a muerte. De hecho, solo faltaba un letrero al principio del paraje alertando del peligro. Intenté descubrir que se ocultaba bajo tal pestilencia, pero una oscuridad lo ocultaba todo así que decidí descubrirlo por mi propia cuenta. Al adentrarme en la oscuridad, sentí que una intensa niebla llenaba el lugar y un olor intenso, como a pescado podrido. Seguí andando y tras mucho rato de caminata, vi que empezaba a haber más claridad y pude distinguir entonces una sombra a lo lejos. Me acerqué más, y cuando estaba a unos escasos metros, la sombra habló:
- Bienvenida al infierno. Este será tu fin, Scathach.
- ¡Así que aquí es donde te ocultabas¡ Nunca debiste salir de aquí.- y sin previo aviso, empezamos un encarnizada batalla. Los detalles de ésta no los recuerdo muy bien, pero sé que fue muy larga. Danae era una maga oscura y yo de magia sabía poco, ya que hacía poco que el mago Merlín era mi maestro. Así que, me tuve que defender con mis pequeños conjuros de protección. Pero yo tenía un punto a mi favor, y con mis maravillosas estocadas, ataqué a Danae. Solo puede saber Dios cuanto duró esta batalla, pero el final desde luego, no era ni más ni menos el que yo me esperaba. Tras una estocada que dio en el brazo de Danae, la oscuridad desapareció y con ella Danae. No sé bien que pasó, si bien hizo un hechizo o bien murió y con ella su magia. Tendré que volver a Skye e ir a una de las clases del mago Merlín para ver si él me puede ayudar.