jueves, 4 de febrero de 2010

Scathach en el infierno.


Llevaba tiempo siguiendo el rastro de Danae, mi enemiga. Tiempo atrás, había osado presentarse en mi hogar, la isla de Skye, para presentarme batalla. De aquella tuve que dejar de dar clases de lucha y pelear en la batalla que duró dos semanas. Tampoco puedo decir que la batalla se acabara ahí pues, tras echarla de mi isla, la seguí por casi media Europa pero al llegar a un pueblecito de orillas del Cantábrico, le perdí el rastro. Busqué día y noche algún rastro, pero no lo encontré hasta el anochecer del siguiente día. Seguí el rastro como buena buscadora que soy. Este iba hacia el sur, hacia África. Caminé durante días.
El viaje, a pesar de ser fácil, me resultó raro porque respiraba una extraña tranquilidad que no era propia con la guerra que se avecinaba. Así iba yo, con mis preocupaciones a cuestas, cuando llegué a Tarifa y haciendo honor a mi sangre sniz me sumergí en el agua y nadé hasta África. Allí, me interné en el desierto. Odiaba aquel paraje, no había nada verde ni agua y eso me desesperaba. La comida no era ningún problema, ya he dicho que tengo sangre sniz, pero era un clima muy seco para mi gusto. En mi tierra decían que el infierno era lo peor que te pudieses imaginar, pero yo no podía imaginar nada peor que aquello. Era mi infierno en miniatura y a pesar de poder apartar de mi cabeza cualquier pensamiento, no me podía quitar de la cabeza un cartelito con luces en el que llamaba al cielo agua. Por si acaso hay algún navegante a bordo que sepa poco de los snizs, diré que son los guerreros del agua y que tiempo atrás algunos habían salido del agua para ayudar a los nanfines en su batalla contra los stunzs. Esto lo habían conseguido gracias a que un poderoso mago los convirtió en humanos, pero el hechizo no salió del todo bien y, aunque aparentemente eran humanos, por dentro seguían siendo snizs. Un antepasado mío había sido uno de esos valientes snizs y yo, aunque más humano que ellos, aún seguía teniendo sangre sniz.
Bueno, continuemos con la historia. Estaba yo en mi pequeño infierno subiendo una duna. Al llegar arriba, un olor a azufre me invadió. Al principio, pensé que sería algún dragón pero pronto me di cuenta de que el olor era demasiado fuerte, incluso para ser de dragón. Aquel sitio apestaba a azufre y a muerte. De hecho, solo faltaba un letrero al principio del paraje alertando del peligro. Intenté descubrir que se ocultaba bajo tal pestilencia, pero una oscuridad lo ocultaba todo así que decidí descubrirlo por mi propia cuenta. Al adentrarme en la oscuridad, sentí que una intensa niebla llenaba el lugar y un olor intenso, como a pescado podrido. Seguí andando y tras mucho rato de caminata, vi que empezaba a haber más claridad y pude distinguir entonces una sombra a lo lejos. Me acerqué más, y cuando estaba a unos escasos metros, la sombra habló:
- Bienvenida al infierno. Este será tu fin, Scathach.
- ¡Así que aquí es donde te ocultabas¡ Nunca debiste salir de aquí.- y sin previo aviso, empezamos un encarnizada batalla. Los detalles de ésta no los recuerdo muy bien, pero sé que fue muy larga. Danae era una maga oscura y yo de magia sabía poco, ya que hacía poco que el mago Merlín era mi maestro. Así que, me tuve que defender con mis pequeños conjuros de protección. Pero yo tenía un punto a mi favor, y con mis maravillosas estocadas, ataqué a Danae. Solo puede saber Dios cuanto duró esta batalla, pero el final desde luego, no era ni más ni menos el que yo me esperaba. Tras una estocada que dio en el brazo de Danae, la oscuridad desapareció y con ella Danae. No sé bien que pasó, si bien hizo un hechizo o bien murió y con ella su magia. Tendré que volver a Skye e ir a una de las clases del mago Merlín para ver si él me puede ayudar.

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