lunes, 22 de febrero de 2010

Mi larga vida.


Nací en lo que actualmente se llama Aberdeen, en el año 507 a.C. y soy hija de padre herrero y madre de antepasados snizs, una raza que vive en las profundidades de los mares. A pesar de tener 2520 años, no aparento más de diecisiete, pues mi padre y sus familiares eran vampiros y yo heredé sus poderes. Así pues, soy inmortal.
Crecí en las calles del pequeño Aberdeen hasta que a los quince años decidí ir a la escuela de lucha y mis padres decidieron llevarme a la isla de Skye. Tres años después, en el 489 a.C., ya era una de las mejores alumnas de la escuela y dos años más tarde me dejaron participar en mi primera batalla. Esta no fue, ni más ni menos que la batalla de las Orcadas, gracias a la cual dejé de ser una aprendiza de segundo rango a una de primero, lo cual me permitía participar en las asambleas junto a otros seis aprendices de primer rango y el profesorado. En estas reuniones decidíamos que hacíamos en cada batalla y a qué bando nos uníamos y, además, elegíamos a los próximos alumnos después de haberlos sometido a una prueba que yo recordaba muy bien.
En el año 484 a.C., ocho años después de llegar a la isla de Skye, acabé mis estudios y regresé a casa, justo un año después me uní a las tropas de Karon pero esto sólo duraría doscientos años, pues no me gustaba estar bajo las órdenes de nadie y abandoné las tropas para luchar por mi cuenta.
Me fui a vivir a Inverness. Al principio fue fácil, pero pronto me aburrí de mi vida sedentaria y me hice nómada. Durante muchos años viaje por Europa, África y Asia. Participé en numerosas batallas y de vez en cuando me permitía el lujo de volver a casa a ver a mis padres. En todo este tiempo no volví a visitar la isla de Skye, hasta que en el año 101 d.C. me llegó un pájaro mensajero informándome de la muerte en batalla del director de la escuela. En ese mensaje me pedían que como ex-alumna que era y como buena guerrera celta que también era, fuera allí para elegir al nuevo director. Nada allí había cambiado y el palacio, que durante años lo había considerado mi hogar, brillaba con todo su resplandor. Al día siguiente a mi llegada, se celebró el funeral al que asistieron los mejores guerreros de los tres continentes y tras un mes de luto, se eligió al nuevo director que, por primera vez en la historia, era un mortal. Volví después a mi vida nómada.
Durante un período corto de tiempo que duró doscientos cincuenta y ocho años, la vida de guerrera era muy aburrida así que, me fui a vivir a la isla de fuego donde podía luchar contra dragones y otros reptiles. Ya he dicho que esta paz acabó y fue debido a la muerte del cuarto director mortal que gobernaba Skye. Tras la muerte de éste, muchos se rebelaron contra la dirección de Skye pues, a los inmortales no les gustaba mucho como iba la escuela ya que cada dos por tres se cambiaba de director. Hay que tener en cuenta que yo pertenecía a la última generación de inmortales y que la anterior generación era la de mis padres y tenían tres mil setecientos sesenta y ocho años, por lo que para nosotros ochenta años no eran nada. Esta batalla de inmortales contra mortales, pues éstos luchaban por sus derechos, se saldó con pocas muertes de nuestro bando, ya que éramos guerreros por naturaleza y muchas del otro aunque quizás no fueran tantos debido a la guerra sino al tiempo, pero no puedo asegurar porque no se muchos de esta especie. Durante el tiempo que duró ésta, perdía la noción del tiempo, que cuando acabó con la última batalla en la que los mortales pusieron todos sus esfuerzos en defender Skye, me di cuenta que para los mortales había sido mucho tiempo, pues estábamos en el 28 de abril del año 603, justo el día de mi cumpleaños. Esa batalla que, por cierto, había sido espectacular había estado bajo mis órdenes. Luego de poner orden en el castillo, se realizaron las elecciones. Había muchos candidatos y entre ellos se hallaba Danae, hija de un conde. Cuando se dio a conocer el resultado, para sorpresa de todos, yo había salido vencedora. Al saberse Danae desapareció y entre nosotras nació un odio eterno gracias al cual nos batiríamos en numerosas batallas. Desde entonces, Skye quedó bajo el poder de inmortales y tras proclamarme directora en un acto al que habían acudido miles de inmortales, se celebró una fiesta por nuestro triunfo que duró ciento cincuenta años. Muchos me empezaron a llamar la gran Scathach, pero los más sabios y los que habían estado a mi lado en la última batalla me llamaban Scathach la legendaria.
En el año 755 d.C., los pasillos del castillo de Skye se volvieron a llenar de alumnos y a algunos afortunados se les daba clase de lucha. Estos acababan siendo los mejores luchadores, pero con el paso del tiempo cada vez había menos alumnos, pues nada amenazaba a nuestro imperio.
En el año 1410, en un viaje por Francia, conocí a Nicolás Flamel y a Perenelle Flamel, un extraño matrimonio de mortales que a la vez eran inmortales pues Nicolás, el alquimista, tenía bajo su poder un codex, un libro con una extraña escritura en el que se ocultaba el secreto para obtener la vida eterna. Volví con ellos y con su extraño libro, pero no encontramos nada salvo en un pequeño libro de leyendas en el que decía que nadie con menos de seiscientos años podía abrirlo. Una noche, cuando lo abrí y me dispuse a leerlo, descubrí que su letra cambiaba y el texto con ella. Era difícil de leer y, además, debía estar en una lengua arcana.
En 1492 embarqué junto con Nicolás, Perenelle y Colón rumbo a las Américas pero al llegar a ellas los muy ignorantes lo confundieron con las Indias y, aunque yo dije desde un principio que eso era otro continente, los mortales me tomaron por loca y nos quitaron a los tres de la historia. Al volver a Skye, seguí entrenando a héroes y guerreros y no volvió a haber nada fuera de lo normal, salvo mis encuentros con Danae, que no fueron pocos. La última fue el otro día, donde tuve que ir hasta África y de allí al infierno, pero ella no es rival para Scathach la legendaria.

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